XXII Perfume exótico

El poema está compuesto –según Alain Verjat, en Cátedra, pág. 145– para la mulata Jeanne Duval, amante de Baudelaire, que le inspiró una pasión atormentada y para quien escribió el llamado “ciclo de Jeanne Duval”, es decir el conjunto de textos integrados en el libro y que nacen de su vida en común. A juicio de Jordi Llovet (edic. La Butxaca, pag. 583) combina, pues, la alusión a una mujer concreta con una serie de correspondencias sensuales relativas a una evasión a tierras lejanas.
                                                                                  
Presenta el poema la estructura de un soneto. Sus versos son alejandrinos (también en el original, aunque en este caso había rima consonante, que en la traducción se ha perdido). Se mantienen en la versión castellana, sin embargo, las cesuras mediales en todos los versos, aunque falta el adjetivo “chalereux” (caluroso) aplicado a “seno” en el verso 4.  Esta perfección métrica es propia del simbolismo.
           
Posee un marcado carácter sensitivo –ya presente desde el mismo título- en distintos niveles: olfativo: (“del otoño respiro”, v. 1; “el olor de tu seno”, v. 2; “por su aroma llevado”, v. 9; “el perfume de verdes tamarindos / que mi nariz impregna”, vv. 12-13); gustativo: (“donde frutos sabrosos”, v. 5; “esos dulces climas”, v. 9;  visual: (“con los ojos cerrados”, “que deslumbran los fuegos”, v. 4), de clara intención sinestésica.
            El uso de la adjetivación presenta algunos desplazamientos calificativos, como por ejemplo en “contemplo jubilosas riberas” (v. 3), y en “[contemplo] una isla indolente (v. 5)” por “jubiloso e indolente contemplo riberas y una isla”, de atribuciones claramente humanas: “de velas y de mástiles todavía cansados” (vv. 10-11).

            Este poema anuncia los tres temas puntales de la pasión baudeleriana: la sensualidad, la evasión (especialmente hacia mundos exóticos) y el viaje.
El exotismo –que se manifiesta ya desde el mismo título– viene reforzado por cierto vocabulario aplicable a lugares lejanos: “isla, frutos sabrosos, singulares árboles, hombres vigorosos y esbeltos, mujeres de mirada asombrosa, dulces climas, puertos repletos de barcos, verdes tamarindos (árboles originarios de Asia)”.
            La presencia del yo lírico aparece ya desde el primer verso (segundo en el original): “respiro”, y se prolonga durante todo el poema: (“contemplo, veo”) hasta el mismo verso final: “se mezcla en mi alma…”). Yo lírico que se dirige claramente a un tú: “en tu seno”, y que es el motivo o desencadenante de todo el texto: “cuando respira el olor de su seno, se inicia un viaje imaginario que le lleva a paraísos exóticos, que impregna todos sus sentidos, hasta llegar a su misma alma”.
           
El poema se puede dividir en dos partes: la primera comprende los dos cuartetos: tras la situación inicial desencadenante del texto, se desarrolla la descripción evocativa del paisaje soñado. Desde el verso 9  –los dos tercetos finales–  se confiesa definitivamente arrastrado, y en esa progresión se alcanza con una culminación anímica, total de los sentidos. A partir de la calidez del seno femenino y de la tarde otoñal, la imaginación del poeta se traslada hacia territorios transoceánicos, casi paradisíacos, donde se produce definitivamente la comunión total del poeta con el paisaje: el perfume de los tamarindos impregna sus sentidos y por el aire se mezcla en su alma.
Podemos apreciar un raro equilibrio entre el romanticismo que propugna la evasión de la realidad a lugares lejanos y el parnasianismo modernista de mundos exóticos e idealizados que buscan la belleza a través del sentimiento amoroso. El poeta se encarga de descubrir el sentido oculto del mundo y darlo a conocer mediante un lenguaje sugerente, cargado de musicalidad, cromatismo y expresiones sensoriales. Ahora se trata de un poema de amor, pero los “referentes objetivos” que sirven para reforzar, ambientar o definir ese amor ya no son los que solemos encontrar en la poesía romántica, sino unos muy novedosos, exóticos en este poema, fundados en la sensualidad y en la ya descrita correspondencia de los distintos sentidos.

Perfume exótico

En la cálida noche otoñal, a ojos ciegos,
cuando aspiro el dolor de tu pecho ardoroso,
vuelvo a ver ante  mí unas tierras felices
que deslumbra el brillar de un monótono sol.

Una isla morosa donde hay árboles raros
como nunca hemos visto, y unas frutas sabrosas;
y unos hombres de cuerpo esbelto y vigoroso
y mujeres que asombran por su franca mirada.

Tu perfume me guía a lugares de sueño,
veo un puerto que llenan blancas velas y mástiles
fatigados aún por las olas marinas,

y el olor de los verdes tamarindos, que mientras
ha invadido los aires y acaricia el olfato,
en mi alma se mezcla a canción marinera.